Por:
Ubaldo Domingo.
Alejandro Di Palma.
Rubén Pagliotto.
El desarrollo económico de una región o de un país no implica ni significa “modernizar”. Es muy relevante y necesario identificar y poner el foco sobre ambos conceptos, porque las confusiones y los errores se trasladan al terreno político, lo que suele ocurrir casi permanentemente, mal que nos pese.
El DESAROLLO es un fenómeno cuya dimensión -desde una perspectiva estructural- tiene una multiplicidad de características, pero su finalidad siempre y en todo momento es la movilidad social ascendente, con mejoras y posibilidades equitativas de bienestar de la población, a largo plazo. Dicho de otra manera, quizás más abarcativa y completa, comprende y atañe al desarrollo sistémico de las fuerzas productivas y al humano.
Como contrapartida, el subdesarrollo puede definirse como la incapacidad de su economía de generar la acumulación y el ahorro suficiente que la haga sustentable. Esta condición, no es casual, sino estructural. Se trata de su producción primaria, principalmente alimentos y materias primas, cereales, soja y carne, destinada en gran medida a la exportación, las cuales no alcanzan para adquirir (i.e.,importar) en el exterior los insumos que sostengan nuestra industria, nuestros consumidores, lo cual se traduce, más temprano que tarde, en un estrangulamiento, una fractura, que la hace permanentemente deficitaria. Recordemos siempre que la República. Argentina tiene una estructura productiva desequilibrada, lo cual se traduce en consecuencias negativas que cíclicamente se repiten.
El desarrollo económico está fuertemente vinculado a las aspiraciones de un pueblo a preservar su identidad y elevar su nivel de vida, y esa base material, insustituible, significa la posibilidad de acceder y desenvolver todas las potencialidades que existen.
El desarrollo económico no es un estadio que sea posible alcanzarlo por partes aisladas, sino que se trata de un tránsito integral, global u holístico. Es por este motivo que el tránsito del subdesarrollo al desarrollo no puede parcializarse.
La incorporación de ciencia y tecnología, economía del conocimiento, “industria” del conocimiento, aisladamente de las inversiones y de las prioridades que necesita una economía concentrada y primarizada como la nuestra, significa nuevamente un espejismo inalcanzable y la continuidad por un camino equivocado y riesgoso.
Es evidente y sobran los ejemplos, que la condición de falta de integración de nuestra economía, donde esa desintegración torna estas aventuras en insuficientes, espasmódicas, caracterizan con creces la falta de desarrollo sistémico de nuestra fuerzas productivas, quedando atrapados dentro de la lógica de los países subdesarrollados.
La “modernización”, no implica ni promueve la integración productiva; antes bien, impulsa las ramas tradicionales de producción, que nos atan al subdesarrollo: materias primas, cereales y carne, con muy poco valor agregado y trabajo local. Evidentemente, esta “modernización” impulsará estas actividades en más eficientes y productivas, lo que a primera vista sería muy beneficioso, pero insistimos, que sin cambios estructurales profundos, nos haría más subdesarrollados todavía.
Recordemos que esta producción tradicional tiene como destino tanto el consumo interno (severamente disminuido y dañado por ser la variable de ajuste del plan anti inflacionario los ingresos de los trabajadores formales e informales, las jubilaciones, la salud, educación y otros), como asimismo la exportación, también agraviada por un tipo de cambio retrasado artificialmente por el abuso de herramientas monetarias como la falta de pesos, atraídos por las altas tasas de interés y la especulación financiera.
Estas contradicciones evidentes se aprecian en la apertura indiscriminada de la economía, con funcionarios que hablan de aumentar y promover las exportaciones, pero que todo camino lleva a exportar lo mismo o menos que antes.
Como conclusión afirmamos lo siguiente: La publicitada “modernización” de las producciones tradicionales y de los trámites burocráticos, se topa con interrogantes muy básicos. Esas modernas tecnologías son importadas o desarrolladas en nuestro territorio?
Y en el supuesto caso de que sean desarrolladas aquí, deberíamos preguntarnos a modo de interpelación ineludible: se cuenta con la base material, los equipos, los científicos, los ingenieros, etc. (la cadena de proveedores), como para suministrar un flujo sostenido de estos adelantos, o sería como cuando se adhiere sin cortapisas al movimiento medioambiental, (donde somos, claramente, acreedores medioambientales no agresores del planeta), a la promoción de energía “limpia” paneles solares y otros, toda tecnología importada, cuando disponemos del recurso natural de nuestros ríos?
Por el otro camino, lo que planteamos es: la prioritaria inversión de recursos en las ramas y sectores más dinámicos de la economía. Dicho de otra manera: los recursos puestos en lo que juegue un papel liberador, donde la tecnología y la ciencia acompañan siempre estas actividades. Se trata del sector industrial que procese, incorpore valor agregado a toda materia prima disponible, que demande mano de obra local, que genere salario y potencie el mercado interno.
El ejemplo más evidente y revelador que podemos mencionar sobre esta problemática, es el camino recorrido en energía atómica en nuestro país, donde los avances se encuentran hoy detenidos por falta de recursos, en un demencial recorte presupuestario del gobierno libertario, un sector donde la decisión política, primero, y la participación de actores con estrategia e inteligencia, después, hicieron con poco muchos avances.
Debemos ser plenamente consciente que de seguir insistiendo con estas recetas equivocadas, condenaremos al flagelo del subdesarrollo a las generaciones venideras.
